El conflicto de Oriente Próximo se advierte, tras el reciente fracaso de la cumbre Beirut y la nueva ofensiva emprendida por Ariel Sharon, como un callejón sin salida.
Una de las doctrinas más incomprendidas de la Biblia es aquella del ojo por ojo, diente por diente, que formaba parte de la Ley que debía regir al pueblo de Israel hasta la llegada del Mesías. Si olvidamos el contexto en que se produce, podemos caer fácilmente en sentencias totalmente erradas. La ley del ojo por ojo supuso, en su tiempo, un gran avance para la sociedad a la que iba dirigida, pues lo normal hasta entonces era devolver triplicado el mal que se había recibido. De este modo, un hombre al que otro le había robado una oveja no sólo tomaría la oveja robada, sino que saquearía la casa del ladrón, y, en el mejor de los casos, “sólo” violaría a su mujer.
Sería una osadía pedir a los israelíes que aceptasen la doctrina neotestamentaria de poner la otra mejilla, pero, a juzgar por los hechos, están a años luz de practicar el ojo por ojo.
Mientras Occidente observa horrorizada el montruo que ha dejado e incluso impulsado crecer, Ariel Sharon y una gran mayoría del pueblo israelí partidaria del más salvaje sionismo conducen una violenta ofensiva que a punto está de cobrarse la vida de Yasir Arafat. El líder palestino ha llegado a declararse dispuesto a morir, pero el bueno de Sharon, siempre en una constante defensa de los derechos humanos, comunicó a la prensa que “por ahora quedará aislado”.
Desde su refugio en Ramala, custodiado por tropas israelíes, Arafat se ha dirigido a diversos dirigentes, entre ellos Jose María Aznar, que como presidente de turno de la Unión Europea ha exigido la retirada de las tropas israelíes de la ciudad. Sin embargo los Quince admiten «la legítima lucha de Israel contra el terrorismo y la reacción ante los brutales atentados», esta idea la sostiene con más fuerza Collin Powel, que ha llegado a intuir la responsabilidad de Arafat en la ofensiva israelí, al no se capaz de detener la oleada de acciones violentas por parte palestina. El Secretario de Estado norteamericano no condenó en ningún momento de su intervención la atroz represalia israelí, lo que hace preveer que la acusación europea no subirá de tono en los próximos días.
Todo esto se produce poco después de una cumbre que poco aportará a un conflicto que se advierte, cada día que pasa, sin salida. Lo peor de una guerra quizá no sean los muertos, ni los heridos, sino el odio que perdura en el pueblo. Porque los ejércitos vienen y van, actúan o dejan de actuar según las órdenes que reciban, pero el odio es un cáncer degenerativo que no se cura jamás. Las generaciones venideras lo heredarán con igual o si cabe mayor fanatismo y la política no puede ir más allá de despachos y parlamentos, en la calle siempre reinará la ley de la tradición. A veces, la religión tampoco puede ir más allá de iglesias, sinagogas o mezquitas, pues la ley del más fuerte se impone siempre y cuando en vez de piedras y adolescentes suicidas tenemos F-16, cientos de tanques, y un gran ejército, entonces no hay ojo por ojo que valga. Quizá si religión, política y sociedad se combinasen en su justa medida todo resultase menos complicado, pero a día de hoy son tres aspectos que se toman según convenga a cada uno. La muerte es el común denominador que los une.
Eli. Pontevedra. 30 Marzo 2002