Desenmascarar bien a todos aquellos que esconden su hipocresía bajo un trozo de tela es algo que se debería hacer de vez en cuando. Esta semana la gente también ha tomado las calles, pero esta vez la manifestación es religiosa y no reivindicativa.
Desde navidades no teníamos un periodo vacacional tan importante, entonces se celebró oficialmente el nacimiento de Cristo. Ahora se celebra oficialmente los avatares que lo llevaron a ser crucificado.
Es cosa rara que una sociedad cada vez menos entusiasta respecto a las instituciones religiosas, reciba cada año este acontecimiento con mayor fervor. Cuando ya casi no queda religión, la religiosidad emana de las fuentes mas populistas y folcloricas.
Cuando se acercan algunas fechas tales como la semana santa, fiesta tradicional y popular de envergadura dentro del colectivo social andaluz, se puede hacer un estudio sobre lo que realmente se esconde bajo el antifaz del nazareno, bajo la túnica de los pasos que se guardan para sí unos costaleros cuyas nucas arden de dolor.
Unas rodillas desgastadas y apostilladas por una fe inexistente, una cruz que se lleva no sólo en el hombro, sino en el corazón y la cabeza, una imagen pública que guardar, un sitio en los laterales de los tronos que de más prestigio, más estatus social, más reconocimiento en una fiesta que simboliza el deseo de igualdad y humildad entre seres humanos, un enfrentamiento social entre hermanos por llevar más cerca el paso/trono. Una batalla que ganar donde quiera que se comparen hermandades, grupos presumiblemente católicos que nunca asisten a una misa, que blasfeman constantemente y que ni siquiera en unas fechas como estas son capaces de guardar esa compostura de la que hacen gala. Mucha elegancia en caros trajes, en costosos adornos para las cofradías, pero un corazón cada vez más putrefacto, un sentimiento obsoleto de machismo que impide el ingreso de mujeres en algunas hermandades, se ocupan las calles y se cobran asientos en lugares públicos que todos los ciudadanos pagamos con nuestros impuestos y que no podemos utilizar cuando se supone que los pasos de semana santa son un bien público y no privado.
Creo recordar que Jesús nació en un pesebre y creció en la más absoluta pobreza, quizá sea yo el único que cree recordarlo, pues al ver esa cantidad de oro con la que adornan los pasos, esos carísimos trajes de artesanía sevillana que cuestan millones de pesetas, esas platas en los varales y en los palios, me pregunto cuantas bocas hambrientas se alimentarían con la suma de dinero q todo eso cuesta. Cada año tiene la cofradía la «obligación» de estrenar algo, claro, hay que presumir ante «otros hermanos enemigos», sinceramente todo esto me resulta un poco triste.
Aunque quizá el culmen de mi decepción la viví hace unos días en Málaga, al ver que un grupo de legionarios del ejército hacían desfile conjuntamente con las hermandades. Me pregunto si esos cofrades que defienden la imagen de Jesucristo, cuya religión y dogma nos enseñó a no pelearnos entre nosotros, a ser más humanos, a amar al prójimo y a respetarlo, que uno de sus principales mandamientos es «no matarás» pueden tolerar que un grupo violento como es la Legión del ejército, que maltrata a sus propios miembros, que entrena para una lucha entre personas, para poder matar más que el enemigo, ser más asesino que el que se halle delante y que nunca es una organización en busca de la paz y entendimiento entre los seres humanos.
Todo esto debería hacernos reflexionar y quizá pensar que los disfraces no deben engañarnos siempre, por más riqueza cultural y tradicional que estos tengan.
Kilobites. Málaga.
clarkkent. Sevilla.
29 Marzo 2002