Cuando las barbas del vecino veas pelar…

Hace unas semanas leí en la prensa que las discográficas califican el pasado año como annus horribilis a consecuencia de la creciente piratería que les acecha por todas bandas. Según estos datos se aprecia un descenso en la facturación, más acusado en el caso de las grandes discográficas.

El reciente despido de Mariah Carey puede interpretarse como resultado de esta tendencia a la baja.

Ya comenté recientemente que esta tendencia era más que previsible y la consecuencia lógica de una política comercial errónea, que primó el beneficio a corto plazo hasta extremos inaceptables para los consumidores. Es lógico que, a la mínima que éstos han tenido oportunidad, les hayan devuelto la pelota. El futuro de las discográficas no es muy halagüeño, por más que se graven los CD vírgenes, las grabadoras y otros enseres.

Esta situación tendría que poner en alerta a los distribuidores de DVD, que muy probablemente se convertirá en el siguiente caballo de batalla. La posibilidad de poderse bajar una película de Internet con una cierta facilidad toma vez cada más cuerpo. La tecnología de compresión DiVX cada vez es más estable y son cada vez más las personas que tienen acceso a un ancho de banda que les permite poder descargarse un archivo de 650 Mb con una cierta facilidad. Ya empiezan a circular por los mercadillos estos discos, como lo hicieron en su día los videojuegos o los CD de música.

¿Cuál será la táctica que emplearán las distribuidoras? Hay varios escenarios posibles. Uno de ellos es que las empresas utilicen la vía del palo como la única alternativa para retener a los consumidores. Esta estrategia implica enzarzarse en la caza y captura de sitios web y de programas de intercambio de ficheros (tipo Gnutella o Kazaa), y de aquellos que distribuyen los CD a pequeña escala en mercadillos, con el consiguiente coste económico (abogados, detectives privados, costas judiciales…) que ello comporta, así como el deterioro de la imagen corporativa.

Un segundo escenario, más plausible, implica la utilización simultánea del palo y la zanahoria. Rebajando sensiblemente el precio disminuyen los incentivos a obtener una copia ilegal, y por lo tanto el grado de piratería será inferior. En este caso la empresa mantendría costes (todo lo que pierde vendiendo a menor precio lo gana al disminuir los costes derivados de la lucha contra la piratería), y mejoraría su imagen.

Un tercer escenario, más utópico, se basa en obviar el recurso al palo. Si los precios son suficientemente atractivos la piratería se reducirá a niveles marginales, y lo que quedará será un puro intercambio informal de CD, que nada tendrá de piratería. Es cierto que despreocupándose de la piratería y rebajando precios las empresas perderán dinero, pero también es cierto que se evitará ciertos costes de imagen, que pueden llegar a ser inasumibles. En un contexto donde ciertos modos de hacer negocios están empezando a ser percibidos muy negativamente por parte de la ciudadanía (las protestas antiglobalización son una de sus múltiples manifestaciones) embarcarse en ciertas cruzadas contra cuatro chiquillos que se intercambian películas un sábado por la tarde en la plaza de su barrio no es la mejor estrategia.

Un apunte final: durante las últimas semanas las listas de éxitos discográficos españoles han estado prácticamente monopolizadas por los CD de ?Operación Triunfo?. Estos CD tenían una particularidad: la discográfica los puso a 6 euros (1.000 pesetas) en lugar de colocarlos a 12 euros (que hubiera sido lo normal). ¿?Operación Triunfo? hubiera sido un negocio tan opíparo en caso de haber puesto los CD al doble del precio que finalmente fijaron?

Datum. Barcelona. 17 Marzo 2002