Como en el célebre ensayo de Mariano José de Larra, en este país se siguen dando larga a los problemas de la gente. Nosotros estamos acostumbrados a esto, pero para los extranjeros, nuestras costumbres son incomprensibles.
Eran las 11 de la mañana e íbamos llegando al lugar donde nos concentraríamos a la espera de un veredicto que aclarase la situación de nuestro compañero. El cielo anunciaba tormenta, pero permanecía en calma.
Nico llegó a nuestra ciudad hace unos años y pronto se fue haciendo conocido para los que paseamos por los caminos de la lucha social. Por su acento se gano un nombre, el argentino. Como uno más participaba activamente en la vida social malacitana, hasta que lo detuvieron, junto a otros compañeros, cuanto traban de impedir la salida de una patrulla a las puertas de la Comisaría de Capuchinos, que conducía a un grupo de emigrantes al aeropuerto para su repatriación.
La doble nacionalidad italo-argentina de Nico no le valió para detener el proceso de expulsión que se inició contra su persona. Sin embargo, la presión de diferentes colectivos de la ciudad esta retardando el asunto.
Comenzó a caer una fina lluvia cuando justo cuando se le veía llegar con semblante de circunstancias. Nos temíamos lo peor, y quizá sea eso lo que ha ocurrido. Antes de que pudiésemos reaccionar a su salida y esperar a que él mismo nos comentara lo sucedido, los periodistas que allí estaban reunidos se abalanzaron sobre él como perros de prensa hambrientos de noticia.
Su vida sigue en suspenso, y no por que lo hayan condenado a la silla o a la horca, sino porque le han dicho que vuelva usted mañana… o pasado. Pero Nico sigue sin poder hacer planes sobre con quien cenará la semana que viene, ya que no tiene ni idea de donde le harán o dejarán vivir su vida.
kilobites. Malaga. 15 Marzo 2002.