El pasado martes, alrededor de 100 prostitutas, apoyadas por otras 200 personas de diversos colectivos, se manifestaron en Madrid en la ya conocida calle Montera.
El motivo es la demanda de la regularización de su actividad y la obtención de los derechos laborales y sociales para equiparar su situación laboral a la del resto de trabajadores. Reivindican que se les reconozca como “trabajadoras del sexo”, que se considere la prostitución como un oficio y que todo ello sea regulado legalmente.
La relación entre las prostitutas y los vecinos de las zonas donde trabajan éstas es casi irreconciliable, ya que no desean que exista un ambiente de prostitución en sus calles. Con los comerciantes ocurre lo mismo porque consideran que atrae la violencia y la delincuencia, además de dar una mala imagen a los posibles clientes, lo que perjudica sus comercios. El colectivo de prostitutas también tiene en contra a gran parte de la opinión pública. Sigue siendo una actividad socialmente despreciada y desprestigiada.
La prostitución es una actividad alegal, es decir, no regulada en el ordenamiento jurídico. Esto supone que, legalmente, no esté ni permitida ni prohibida. En la Conferencia de Ministros de la UE en Santiago de Compostela que se ha celebrado esta semana, se trató el tema de la regularización de la prostitución, pero no en el mismo sentido en que se reclamaba en la manifestación. La intención del Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Juan Carlos Aparicio, parece que va encaminada hacia la prohibición de la prostitución o, por lo menos, no está por la labor de legalizarla. Según el Ministro, no se puede considerar a la prostitución como un oficio porque no cumple los requisitos para serlo (pero no nos dice qué requisitos son los que ha de cumplir) y porque supone una violación de los derechos humanos de las mujeres. El sentir general de la UE se corresponde con el del gobierno español y se pretende regular como un delito la compra de sexo. Con esta medidas, se criminalizaría al cliente, no a la prostituta.
El único caso de Europa en el que las prostitutas están reconocidas como trabajadoras y tienen una serie de derechos laborales es el holandés, donde la prostitución no es un trabajo tan desprestigiado como en el resto de países y donde, además, las prostitutas se encuentran protegidas por el Estado.
La prostitución es un fenómeno antiquísimo. Siempre ha habido gente dispuesta a comprar sexo y siempre ha aparecido quien quisiera venderlo. Se habla de ella como “el oficio más antiguo del mundo” y, sin embargo, sigue sin obtener la legalidad.
Lo ideal sería que no existiera la prostitución, que ningún hombre acudiera en busca de servicios sexuales por dinero y que ninguna mujer dejara comprar su cuerpo como si fuera una mercancía. Moralmente, puede parecernos algo horrible, pero no somos quiénes para decidir el curso de las vidas ajenas. Hay que asumir que la prostitución es algo inevitable mientras haya personas dispuestas a comprar y vender sexo.
En la alegalidad, las prostitutas se encuentran a expensas de las redes de proxenetas, sin derecho a paro ni a jubilación y sin ningún control sanitario. Algunas de ellas se constituyen como autónomas, declarándose trabajadoras en actividades análogas a la prostitución (por ejemplo: chica de alterne), pero son sólo una minoría.
Si se legalizara, muchas más podrían ser trabajadoras autónomas, en este caso como prostitutas, por lo que ninguna red de proxenetas podría ponerles una mano encima y todo lo que ganaran sería para ellas, para pagar sus impuestos y su cotización a la Seguridad Social. En el momento en que desearan salir del mundo de la prostitución, podrían hacerlo porque no dependerían de nadie. En el caso de ser empleadas, al tratarse de una actividad legalizada, se podría controlar que se respetaran los derechos fundamentales de estas mujeres. Asimismo, se acabaría con las redes de proxenetas que controlan a las prostitutas o, al menos, pasarían a ser ilegales. Con la ley en la mano, sería más fácil terminar con dichas redes.
Si se prohibiera, pasaría a la clandestinidad. Por el hecho de prohibir algo, no se tiene porqué dejar de hacer. Sería dar la espalda a una realidad que, nos parezca bien o mal, existe.
Si lo que importa realmente es proteger a las mujeres que ejercer la prostitución, el camino a seguir es el que ellas reivindican, la legalización.
Nihao. Zaragoza. 21 Febrero 2002