En vista de los hechos al señor Aznar le preocupa seriamente concluir su estancia en la Moncloa sin resolver el problema vasco. Está confiado en que el paro ha bajado, la sanidad ha mejorado, la cultura ha experimentado un gran avance, las drogas ya no son un problema para la juventud, no hay vagabundos en las calles… Esos problemas están más que resueltos en una España que se codea con los grandes de Europa.
Aprovechando esta familiaridad que le otorga la presidencia de la UE, al poder reunirse con los mandatarios más relevantes del Viejo Continente, el aún líder del PP ha aprovechado para pedir colaboración para luchar contra ETA a sus homólogos europeos. Resulta curioso que la colaboración sea siempre de carácter policial. Al parecer nuestro presidente considera el desmantelamiento de comandos etarras, la detención de algún militante, la extradición de un preso… Todo es mostrado como un logro, un avance en la lucha por la libertad en Euskadi, un paso hacia la solución del conflicto y, sin embargo, no son más que derrotas. Que exista una persona que se ampare en la violencia para defender sus ideas es el mayor fracaso para una sociedad supuestamente moderna. El verdadero éxito y el verdadero progreso radica en lograr integrar las ideas de esas personas en esta sociedad y por tanto que éstas dejen de ser argumento para que los radicales se apoyen en la violencia.
Debe estudiarse en profundidad el conflicto vasco, como también deben analizarse detenidamente los nacionalismos catalanes y gallegos, no los vinculados a un determinado grupo político, sino los centrados en una idea fundamental: la libertad de autodeterminación. Si todavía pervive una conciencia de nación en Euskadi es porque la cultura y personalidad de este pueblo no ha sido del todo violada. Los vascos no han sufrido al completo una fase denominada ya por los Reyes Católicos como doma y castración, consigna bajo la que nombraron el sometimiento de Galicia a sus manos y que perdura en la actualidad.
No debemos olvidar que el PP es también un partido nacionalista, pero ellos consideran otro tipo de nación: España, una y grande (consigna que bien pudo haber abanderado el último de los congresos del PP).
Si existe un grupo nacionalista tan amplio en Euskadi será por alguna razón y no ahondaré más en ello, pues quizá dañe la sensibilidad de algún patriota seguidor de Aznar. El Gobierno se limita a criticar el nacionalismo vasco con un oportunismo ofensivo aportando un razonamiento de lo más simplista, acorde, por otra parte, con las exigencias de una parte de la sociedad que necesita una solución sencilla a un conflicto extraodinariamente complejo.
Pero Euskadi, a diferencia de la Galicia del ex ministro franquista más fiel, aún no ha muerto y algunos pretenden incluso resucitarla a base de atentados, otros la reivindican entre la espada y la pared, presionados por la violencia etarra y por las acusaciones del PP de defender una postura anticonstitucional.
En el Sacro Imperio español del siglo XXI, el patriotismo constitucional es el único pensamiento válido para el señor Aznar, que ve en nuestra Constitución la verdad más absoluta. Poco importa que fuese elaborada por los restos del régimen franquista, es más, esto resulta ser otro punto a favor para el pensamiento del PP, que con el estado de autonomías pretende solucionar tres problemas creando otros diecisiete. Pero aquella Constitución aprobada en 1931… aquella no la reivindican.
Eli . Pontevedra. 16 febrero 2002